Vida sintética
comienzo de un viaje hacia lo desconocido
Científicos crearon una primera célula sintética a partir del genoma de una bacteria. ¿Cuáles son los riesgos y las implicaciones bioéticas? Los interrogantes de la vida artificial desatan gran polémica en Europa.
Se llama Mycoplasma mycoides JCVI-syn1.0. Es la primera célula sintética, es decir, la primera forma de vida creada de manera artificial a partir de un genoma desarrollado en el laboratorio. Es el fruto de 15 años de trabajo a cargo de un equipo de científicos estadounidenses encabezado por Craig Venter, el "padre del genoma humano". El descubrimiento, publicado en el último número de la prestigiosa revista científica "Science", promete dar un vuelco no sólo en el ámbito de la biología, sino también desde un punto de vista filosófico, porque cambia la definición de la vida y su funcionamiento.
Una bacteria como modelo
Para poder crear la célula artificial, el equipo de Venter trabajó con una versión sintética del ADN procedente de una pequeña bacteria llamada Mycoplasma mycoides. Una vez obtenido el código genético artificial de la bacteria, los científicos vaciaron de ADN otra bacteria -Mycoplasma capricolum- y le transplantaron el código artificial. El genoma artificial desplazó al genoma natural de la bacteria y asumió el control de las células, comenzando a comportarse como un organismo nuevo.
Pero, ¿por qué hablamos de célula artificial teniendo en cuenta que los investigadores no crearon un organismo nuevo completo? De hecho, necesitaron para su trabajo al menos del genoma original de una bacteria, así como de la envoltura de una segunda bacteria. El motivo es que, pese a que el genoma de la primera célula sintética esté copiado de un genoma natural, se halla sintetizado por métodos químicos de la primera a la última letra.
"Ésta es la primera célula sintética que se ha creado, y la llamamos sintética porque la célula deriva totalmente de un cromosoma sintético, fabricado con cuatro botellas de químicos sobre un sintetizador químico, comenzando con la información en una computadora", explicó el propio Craig Venter.
Un sinfín de posibles aplicaciones
Entre las posibles aplicaciones en las que trabaja el equipo de científicos encabezado por Craig Venter figuran el desarrollo de bacterias que produzcan biocombustibles a partir de la energía solar y del dióxido de carbono atmosférico, el principal gas responsable del calentamiento global. Bacterias artificiales que también podrían ser útiles en el futuro en la producción de vacunas.
Además, otros proyectos persiguen mejorar los métodos de producción de ciertos ingredientes alimentarios, y de otros compuestos químicos complejos. Finalmente, cabría la posibilidad también de diseñar microorganismos que fueran capaces de limpiar las aguas contaminadas.
Debate abierto: riesgos e implicaciones bioéticas del descubrimiento
Lo cierto es que el descubrimiento ha generado reacciones encontradas en el seno de la comunidad científica, religiosa y política a nivel mundial. Uno de los primeros a pronunciarse ha sido el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. El mandatario solicitó a la Comisión Presidencial para el Estudio de los Asuntos de Bioética que analice las implicaciones éticas del descubrimiento. Muchas voces han mencionado, por ejemplo, los riesgos bioterroristas y de seguridad pública.
Desde el Vaticano, la noticia fue acogida de forma positiva, pese a que la Iglesia Católica ya ha advertido de la necesidad de velar para que el descubrimiento científico sea empleado en beneficio de la Humanidad. "Si se utiliza para el bien, para tratar patologías, sólo podemos ser positivos", afirmó el máximo funcionario del Vaticano en materia de bioética, monseñor Rino Fisichella.
Pero, sobre todo, el debate abierto se centra en la necesidad de establecer un marco legal que regule los ámbitos de aplicación de la nueva tecnología y sus límites. "No deberíamos obviar la posibilidad de un abuso de la nueva tecnología en forma, por ejemplo, de armas biológicas", afirmó el investigador en células madre alemán, Jürgen Hescheler, en declaraciones a la emisora alemana Deutschlandradio. Unas reticencias a las que se sumó el experto alemán en genética de la organización ecologista Greenpeace, Christoph Then: "Aún no estamos en condiciones de evaluar los efectos de una difusión de genes u organismos sintéticos en el medio ambiente".
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